Vistos como dos caras de una misma moneda, el placer y el dolor tienden a vivir en lados opuestos. O al menos así lo percibimos en general; no obstante, ambas sensaciones pueden convivir e incluso retroalimentarse con la estimulación adecuada y ganas de explorar.
A los humanos nos gusta poner el cuerpo a prueba, y éste tiene sus mecanismos de defensa para protegernos. Uno de esos mecanismos son las endorfinas.
Estas hormonas proporcionan una sensación de euforia, y se dan tanto ante el placer como el dolor. En el segundo caso es una forma de defensa, engañando a nuestro cerebro para que bloquee el dolor y lo transforme.
Así, algo que primeramente podemos percibir como doloroso, puede transmutar en absoluto placer creciente con las condiciones apropiadas.
Por supuesto, no todo el dolor se vuelve placer. Aunque disfrutemos del dolor en el sexo, seguimos teniendo dolores de cabeza, gritamos cuando nos golpeamos el menique del pie o pasamos mala noche si la espalda está contracturada. La diferencia entre un dolor y otro es que se aprende, con el tiempo y voluntad, a percibirlo como positivo y, por tanto, placentero; como el gusto por la cerveza.
Disociamos, por ejemplo, un azote del dolor que puede implicar. Eso sí, todo tiene un límite, y nuestro cuerpo también. Debemos conocer cuál es y respetarlo, además de tener muy claro que el sexo no debe doler, a menos que busquemos de manera consensuada esa sensación.
El dolor en el sexo no es para todo el mundo, no solo en lo relativo a recibirlo, sino también al proporcionarlo. Hemos de respetar los gustos y límites de nuestra pareja, llegando a los acuerdos que mejor se adapten a nuestro caso en particular. Sobra decir que debe hacerse de forma consensuada, y por más que hayamos hablado antes, si cualquiera pide parar, debe pararse de inmediato.
Dicho esto, la manera de incluir el dolor en las relaciones suele ser casi de manera inconsciente. No pensamos, sólo actuamos o nos dejamos llevar. Lo que hay que tener claro es que no es lo mismo interaccionar con un azote en un momento puntual, que liarse con la fusta sin previo aviso y consentimiento.
La intensidad es clave a la hora de probar el dolor en el sexo. Debemos ir de menos a más, controlando la fuerza y frecuencia. A medida que se tenga más soltura o confianza con la práctica, además de resistencia quien lo reciba, se podrá aumentar progresivamente la intensidad del juego.
Debemos, a pesar de todo, llamar a la cautela. Durante el sexo el umbral del dolor puede verse alterado y ser más elevado de lo habitual; algo que nos resultaría desagradable en cualquier circunstancia, durante el sexo puede ser muy excitante y estimulante, proporcionándonos un nuevo nivel de placer. Después el placer se pasa y puede quedarte el trasero dolorido, por lo que es importante no perder el control si quieres sentarte esta semana.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Es por eso que no debemos entregarle el poder de infringirnos dolor a cualquiera, sino que debería ser alguien en quien confiemos. Podemos disfrutar más si tenemos claro que esa persona no quiere dañarnos, que asumirá que quien recibe el dolor es quien manda, y que acatará tu "para" en cuanto lo manifiestes.
Los azotes son algo común en muchas parejas. Ya sea un azote cuando pasas por su lado, cuando se apoya en un mostrador y el culo resalta, e incluso durante las relaciones sexuales. Asumido, esto último, en parte por la influencia del cine para adultos.
El spanking, la palabra en jerga BDSM para referirse a dar azotes, no es lo único que podemos hacer para explorar el placer del dolor.
Es importante mencionar que aunque el BDSM tenga prácticas eróticas asociadas al dolor, no todo en el BDSM es o debe ser doloroso. Contar con una palabra de seguridad es importante para asegurar que nadie vaya más allá de donde quiere ir. La finalidad es el placer a través del dolor, no torturar.
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Nuestro cerebro diferencia entre el dolor bueno y el malo. Así, como decía antes, no es común orgasmar tras romperte el meñique contra la mesilla, pero sí es mucho más factible hacerlo entre azotes.
Un dato relevante para entender la relación entre el dolor y los orgasmos, es que en el cerebro se activan casi las mismas áreas en uno que en otro caso. De esta manera, tomar un medicamento para el dolor puede dificultar o impedir llegar al orgasmo.
La fina línea entre el dolor y el placer llega hasta la propia expresión del rostro. Haciendo que sea muy difícil de diferenciar entre alguien con dolor y alguien que tiene un orgasmo. Esas caras, a veces desconfiguradas, que abren la boca, fruncen el ceño o aprietan el gesto. Seguro que a partir de ahora te fijarás mucho más en la cara de tu amante durante el sexo...
El papel de la dominancia y sumisión en el placer del dolor es una dinámica que puede generar una intensa excitación y conexión entre las parejas y forma parte de la fantasía sexual de muchas mujeres. En el contexto de las prácticas sexuales consensuadas, la dominancia implica tomar el control y ejercer cierto poder sobre la otra persona, mientras que la sumisión implica entregarse y obedecer los deseos y órdenes del dominante. Esta dinámica puede involucrar elementos de dolor, como azotes suaves, mordidas o pellizcos, que pueden generar una excitación adicional.
Para algunas personas, el poder y el intercambio de roles en la dominancia y sumisión pueden aumentar la sensación de excitación y placer. La sensación de entrega y el juego de poder pueden desencadenar una respuesta erótica intensa y llevar a un estado de trance o éxtasis sexual.
Es importante destacar que este tipo de prácticas deben ser consensuadas y establecer límites claros para garantizar la seguridad y el bienestar de todas las partes involucradas.
En el contexto de estas prácticas, los juguetes y accesorios eróticos pueden desempeñar un papel importante. Los sex shops ofrecen una amplia variedad de productos, como lubricantes, lencería, arneses sexuales y vibradores realísticos, que pueden complementar las experiencias de dominancia y sumisión. Estos elementos pueden ayudar a intensificar la sensación de placer y diversificar las experiencias sexuales, siempre y cuando se utilicen de manera segura y consensuada.