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Un fetiche erótico es, en esencia, la atracción hacia un objeto, parte del cuerpo o práctica que provoca excitación sexual. Estas atracciones o fetiches pueden proceder de experiencias previas que han supuesto el despertar de determinadas sensaciones; aunque estoy convencida de que, en algunas ocasiones, esos fetiches nos eligen, sin que medie un origen evidente.
Hemos de distinguir entre filias y parafilias. Las filias son atracciones, cosas que nos gustan. No implican un conflicto moral ni ético, y pueden entenderse como inocuas (otra cosa es que a ti te gusten o no). En este caso es más indicado hablar de peculiaridades eróticas o fetiches, con una connotación mucho más positiva y ajustada a la realidad.
Por contra, las parafilias, como las entiendo, sí suponen un problema. Bien por ser inmorales o incluso ilegales, traspasan la línea del consentimiento y/o pueden ser señal de dificultades psicológicas que precisan un tratamiento adecuado. En este grupo englobaríamos la pedofilia (no confundir con pederastia), la necrofilia y la zoofilia entre otras.
A pesar de que no hace tanto ambas acepciones se englobaban como desviaciones o perversiones sexuales, actualmente hay una clara diferenciación. Muestra de la evolución lógica de la sociedad y una mentalidad mucho más abierta.
Existen infinidad de fetiches eróticos, algunos más popularizados que otros. Unos se comparten sin tabús, como formas de vida incluso, pero otros ni siquiera son reconocidos como tal por quienes lo practican. Gran culpa de ello es la estigmatización del concepto de los fetiches, traduciéndolo como desviaciones sexuales, cuando nada tiene que ver. Veamos algunos de los más conocidos.
El BDSM, siglas de "Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo", comprende determinadas prácticas eróticas. Olvida las 50 Sombras de Grey, porque nada tiene que ver. Más allá de los azotes, las fustas, mordazas y cruces de San Andrés, el BDSM implica consentimiento, un gran nivel de respeto y cuidados.
A diferencia de lo que mucha gente cree, el BDSM no tiene nada que ver con el maltrato. Se trata de dinámicas de sumisión y dominación consensuadas, y no, no cualquiera puede ponerlas en práctica y creerse máster del universo.
Los juegos de rol sirven para salir de una monotonía sexual. Podemos ser cualquier persona durante el juego, cambiar la profesión, la personalidad, o incluso el acento. Es creatividad en estado puro. Construir un personaje y meterse en su piel durante el encuentro erótico, como cambiar de pareja pero sin tener que hacerlo.
Interactuar como si no conocieras a tu pareja, desarrollar una historia que se haya acordado previamente. ¿Quieres ser espía, repartir pizzas, fingir que eres turista de paso...? Los juegos de rol te situarán en tu fantasía.
Con solo pensarlo me pongo nerviosa, aunque no puedo evitar verle el puntillo erótico que tiene. El fetichismo de cosquillas, o tickling, es cada vez más conocido, aunque será de antiguo como la propia humanidad. Siempre hay alguien que disfruta haciendo cosquillas y viendo cómo otra persona se revuelve entre risas.
Las cosquillas pueden realizarse en cualquier parte del cuerpo, aunque los pies suelen ser el foco principal. Debido a su sensibilidad, y lo sencillo que resulta aislarlos, ofrecen un escenario perfecto para retorcerse entre placer y carcajadas.
Los pies son muy sensibles, y si lo son para las cosquillas, también para los lametones o las caricias. El fetichismo de pies es uno de los más extendidos, no en vano existe una amplia filmografía que incide en ellos (que se lo pregunten a Tarantino).
Lamer los pies, en especial los dedos, e incluso succionarlos, resulta placentero para ambas partes. El juego con los pies, al combinarlo con cualquier otra práctica erótica, puede incrementar el placer obtenido. Como un nivel superior del vibrador que nadie sabía que tenía.
Vestir la ropa interior usada por tu pareja no es tan raro. Podría entenderse como una forma de travestismo, aunque también es posible que se deba única y exclusivamente a desear sentir su aroma sobre tu piel.
Pero el fetiche por la ropa interior usada tiene mucho más fondo. Un ejemplo es la burusera, o lo que es lo mismo, la compraventa de bragas usadas a personas desconocidas. Éstas prendas aumentan su valor cuanto mayor pueda ser el olor o rastro biológico que haya en ellas.
La salofilia es el fetiche hacia los fluidos salinos del cuerpo: saliva, semen, flujo vaginal o sudor.
Puede experimentarse como una gran salivación durante prácticas como el sexo oral, degustar sus fluidos durante y al terminar, disfrutar de lamer el sudor de la pareja. El olor y sabor de estos fluidos también influye en este fetiche.
El gusto de la lencería es un clásico. ¿Quién no ha oído historias de hombres que se masturbaban viendo catálogos de lencería? Encajes, puntillas, lazos, bragas, corsés, ligueros.
Prendas y tejidos que exaltan el cuerpo, de tacto habitualmente suave y delicado, que se impregnan del olor más íntimo. Hay quien disfruta viendo la lencería en otros cuerpos, quien lo hace en el propio, o quien se excita indistintamente.
El fetiche se centra en la excitación sexual hacia los zapatos. La vertiente más conocida es la altocalcifilia, que hace referencia a los zapatos de tacón; sea verlos en otra persona cuando camina, mientras tiene sexo (en ocasiones también entran en el juego erótico), o también excitación al llevarlos en primera persona.
Muy relacionado con los juegos de rol que te comentaba antes están los disfraces. Para este fetiche no es tan necesario crear un personaje. Aquí la excitación deriva del disfraz en particular, o lo que éste inspira. Policías, bomberos, personal sanitario o manitas del hogar son los más frecuentes. No obstante, nadie te impide disfrazarte de personajes de ficción, por ejemplo, para cumplir determinada fantasía.
Esta atracción erótica por los lugares públicos también recibe el nombre de dogging. El morbo de lo prohibido, la naturaleza improvisada y la posibilidad de que te pillen aumenta la adrenalina. Ya sea en un parque, un callejón, en un parking dentro del coche... Hay muchos sitios propicios para el sexo en lugares públicos, sin necesidad de exponerse fácilmente a una multa.
El fetiche por el cuero puede ir muy ligado a la comunidad BDSM. No obstante, su olor y sonido cuando roza puede ser un motivo en sí mismo y provocar la excitación sexual. También está relacionado con profesionales cuyo atuendo, total o parcial, es de cuero.
Por diferente que creas que eres y pienses que a nadie le gusta lo mismo que a ti, seguramente te equivoques. Que un fetiche esté menos popularizado no lo hace raro, extravagante ni vergonzoso. Incluso puede que aún no haya recibido un impronunciable nombre pero, mientras exista consentimiento, consenso, sin dañar a nadie, ¿por qué reprimirte? Veamos algunos fetiches curiosos.
El fetiche por las prendas o artículos de látex se llama rubberismo. Procedente de "rubber", goma en inglés, relaciona los materiales fabricados en látex, caucho o PVC. No es necesario que se practiquen relaciones sexuales, pues la excitación deriva de la visión, el tacto, el oído e incluso el olor. Pantalones, corsés, capas, máscaras, faldas, etc., son elementos protagonistas.
Un fetiche que evoca una regresión a la infancia. Nada que ver con tendencias pedófilas. La persona autonepiofílica obtiene la excitación sexual al vestirse y actuar como un bebé. Otra persona toma el papel de cuidador, con cambios de pañal, baños o tomas de biberón.
Esta práctica puede contemplar la masturbación al sujeto, pero no es imprescindible.
En este fetiche convergen diferentes tendencias o atracciones que, de una u otra manera, están estrechamente ligadas. Muy relacionado con los peluches y los furrys (personajes de ficción de animales con formas antropomórficas).
El yiffing o ursusagalamatofilia, es la atracción sexual hacia estos personajes. Se representan o llevan a cabo prácticas sexuales mientras se visten los trajes. En muchas ocasiones los trajes disponen de orificios específicamente ubicados, o se eliminan las partes imprescindibles para no salirse del personaje. Personalmente, entre las máscaras y felpas, no lo recomendaría en verano.
No olvidemos la plushofilia. En este fetiche la atracción es hacia animales de peluche. Se les practica agujeros o modificaciones para poder, ya sabes, follarse a Teddy...
En cualquiera de estos casos, no está relacionado en ningún momento con la zoofilia.
La atracción sexual por las máquinas es real, y no se precisa una apariencia antropomórfica como un Terminator para ello. En este caso se siente esa excitación hacia cualquier tipo de máquina, no por lo que se pueda hacer en ella (como en un avión), sino por lo que se pueda hacer con ella.
En algunas ocasiones se llega a desarrollar una sensación de amor. No sé, en mi opinión parece algo frío...
Para mucha gente los globos son indicativos de fiesta o celebración. Para otras personas, objetos que evocan la excitación sexual. El balloning trata de eso mismo, la excitación erótica a través de los globos, hinchándolos, abrazándolos, sentándose en ellos, o cabalgándolos incluso. La explosión del globo puede desencadenar una explosión orgásmica.
Jugar con la comida alcanza nuevas cotas con el sploshing. En esta ocasión la excitación sexual parte de jugar con alimentos sobre el cuerpo de tu amante, embadurnar todo y disfrutar de esta visión. Como otros fetiches, no implica relaciones sexuales.
Este nombre también se atribuye al placer por embadurnar con otros productos o fluidos no comestibles (barro, pintura...). Antes de apuntarte, asegúrate de cuál de ellos te proponen.
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Un fetiche en reciente aumento es el nurubeccho. En esencia es la excitación sexual por el juego con geles tipo nuru. Con una densidad gelatinosa, casi como un blandiblú o baba de alien.
Ríete tú de aquella amiga que te dijo que le gustan los malotes. En este fetichismo la excitación sexual viene provocada por criminales de lo más variopinto. Hay quien llega, incluso, a casarse con asesinos o violadores desde la cárcel por este fetiche.
El amor por la naturaleza se desborda en este fetiche. La atracción erótica se proyecta hacia los árboles o plantas. Planazo para la primavera, terrible para las alergias.
En algunas ocasiones se emplean como herramientas sexuales, lo que sobra decir que puede ser peligroso para las partes más sensibles.
En pocas palabras, atracción por la sangre. Se trate de su visión, extracción, o incluso consumo, la excitación sexual deriva de la sangre. Podría estar mínimamente relacionado con la idea romántica de los vampiros.
Sobra decir que puede suponer riesgos para la salud, tanto su extracción indebida como el consumo. Si no eres Drácula, piénsatelo muy bien.
En resumen, los fetiches eróticos o sexuales son atracciones hacia objetos, partes del cuerpo o prácticas que generan excitación sexual. Es importante distinguir entre filias y parafilias, ya que las filias son gustos personales inocuos, mientras que las parafilias pueden ser problemáticas y requerir atención psicológica.
Entre los fetiches más comunes se encuentran el BDSM, los juegos de rol, el fetichismo de cosquillas, el fetichismo de pies, la atracción por la ropa interior usada, la salofilia (juego con fluidos), la lencería, los zapatos, los disfraces, los encuentros en lugares públicos, el fetichismo por el cuero y otros fetiches menos conocidos, como el rubberismo, la autonepiofilia, el yiffing, la mecanofilia, el balloning, el sploshing, el nurubeccho, la hibristofilia, la dendrofilia y la hematofilia.
Es importante recordar que cada persona tiene sus propios deseos y fantasías, y siempre que se practiquen de manera consensuada y respetuosa, no hay nada de qué avergonzarse. Además, se deben considerar opciones como los sex shops, donde se pueden encontrar juguetes sexuales, lencería y lubricantes íntimos que pueden añadir variedad y diversión a la vida sexual.
Es fundamental tener en cuenta que la comunicación abierta y el consentimiento de la pareja son pilares fundamentales para mantener una práctica sexual saludable y satisfactoria. Explorar fantasías sexuales tanto hombres como de mujeres, donde los fetiches pueden ser una experiencia emocionante y enriquecedora, siempre y cuando se respeten los límites y se priorice el bienestar mutuo.
Por ende, cada individuo tiene el derecho de explorar su sexualidad y descubrir qué le brinda placer. Sin embargo, es esencial recordar que el consentimiento y el respeto hacia la pareja son aspectos cruciales en todas las prácticas sexuales. Al abordar estas experiencias desde una perspectiva sana y consensuada, se puede cultivar una vida sexual plena y satisfactoria para ambas partes.