El mundo del fetichismo es apasionante, y no es pequeño. Aunque a nosotros nos encantan todos, siempre que se practiquen dentro de los limites del consentimiento, existen muchos tipos de fetiches, pero hay algunos más habituales que otros que han conseguido popularizarse socialmente algo más que otros. Veamos cuáles son esos fetiches más comunes.
En belover.es te hemos hablado largo y tendido sobre los fetiches, pero queremos que te quede perfectamente claro en qué consiste el fetichismo.
El fetiche es aquella atracción sexual o excitación que sentimos hacia un objeto, parte del cuerpo o situación que, para la mayoría de los mortales, no es considerada sexual. Es decir, eso que sólo te produce morbo o excitación a ti y no al resto.
Aunque muchas veces se vive de forma oculta y con ciertos aspectos que lo hacen “malo” socialmente, el fetiche es un elemento muy común en las personas y que hay que vivir con normalidad.
Porque, además, juega un papel fundamental en el correcto desarrollo de nuestra sexualidad. Sólo viviendo con libertar nuestros fetiches conseguiremos disfrutar de ellos y, por tanto, vivir una sexualidad plena y satisfactoria.
Fetiches hay muchos, pero hay algunos más comunes que otros y que son practicados con más frecuencia por las parejas.
Se calcula que el 5% de la población convive con este fetiche. Es, sin duda, el “rey” de los fetiches. Conocido con el nombre técnico de podofilia, se define como la excitación sexual al ver, oler, acariciar, besar o chupar los pies de nuestra pareja.
Y relacionado con este fetiche, podemos hablar de la altocalcifilia, que es el placer sexual que nos producen los zapatos, generalmente los de tacón, aunque no exclusivamente.
Especialmente después del éxito de la saga literaria y cinematográfica “Cincuenta Sombras de Grey”, la dominación y sumisión viven un momento álgido. Este fetiche consiste en tener placer sexual mediante juegos de poder en los que uno de los miembros de la pareja ejerce de dominante, y el otro, de sumiso, de modo que se “entrega” al poder que el dominante quiera ejercer sobre él/ella.
Otro fetiche muy conocido: el placer de mirar. El voyeurismo, o voyerismo, es la parafilia por medio de la cual sentimos placer observando a otra persona, o grupo de personas, mientras tienen relaciones sexuales. Por norma general, el voyeur no participa en la relación sexual que está observando, sino que, simplemente, la disfruta como espectador.
Sin duda uno de los grandes clásicos del fetichismo: el de la lencería. Es uno de los más comunes y conocidos y convive con mucha normalidad en muchas parejas. Consiste en sentir placer sexual ante ciertas prendas de lencería.
Ver un cuerpo con esa prenda de lencería que ensalza las curvas y hace sentir a la persona que lo lleva más sexy que nunca es muy placentero para este tipo de fetichistas.
Además, tienen un aspecto de “prohibido” que es aún más excitante: ese sujetador con trasparencia que no enseñarías a todo el mundo puede volver loco a tu pareja si es fetichista de la lencería.
En este fetiche vamos a jugar a convertirnos en otra persona. Generalmente acompañado de un disfraz, jugar a ser enfermeros, policías, bomberos… etc nos dibuja una situación de lo más morbosa porque podremos cumplir las fantasías que tenemos con ese personaje al que representa el disfraz. ¿A qué te suena este tipo de juegos? Es, sin duda, uno de los más extendidos y también de los más respetados y socialmente aceptados.
No te vamos a engañar: aunque nosotros los disfrutamos, lo cierto es que socialmente los fetiches se encuentran con algunas barreras. Veamos si podemos salvarlas entendiendo su psicología y estigmatización.
Desde el punto de vista psicológico, los fetiches son conductas sexuales que se dan en las personas que se excitan manipulando, u observando, objetos, partes del cuerpo o situaciones de la vida.
Podemos incluso recurrir a la definición de Sigmund Freud para entender un poco mejor el fetichismo, quien lo definía como una parafilia en la que el individuo se veía afectado por partes del cuerpo o por objetos como zapatos, ropa interior, complementos…
Lamentablemente, los fetiches no son siempre bien entendidos por algunos sectores de la sociedad. Incluso en ambientes relajados, como puede ser con amigos o familiares, podemos encontrar cierto rechazo a algunas prácticas, casi siempre desde un punto de vista de ignorancia o desconocimiento.
Existe el estigma de que el fetichismo es algo malo, algo así como una obsesión enfermiza. ¡Y no lo es!
Lo hemos dicho en otras ocasiones pero, insistimos: mientras que el fetiche no dañe a otras personas ni provoque un deterioro cognitivo, social, laboral o emocional, no puede considerarse nunca que sea ningún trastorno obsesivo...
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En belover.es amamos la diversidad sexual y la búsqueda del placer en todas sus vertientes. Por ello, entendemos, respetamos y disfrutamos de tantos fetiches sexuales como se nos presenten. Y sin duda te invitamos a hacer lo mismo.
finidad de ellos que podemos encontrar, existen unos fetiches más comunes que el resto.
Ojo, eso no quiere decir que unos sean mejores o peores que otros. Atiende, única y exclusivamente, a la popularización de dichos fetiches; en gran parte por el cine convencional, pero también para adultos.
Veamos, pues, esos que más atención popular perciben.
Las prendas de cuero siempre han tenido ese halo sexy y morboso; no en vano resulta muy recurrente en algunos entornos, como el BDSM. Pero más allá de un ambiente erótico-festivo, sea una chaqueta de cuero o parte del mobiliario, es un material que inspira sensaciones.
Su tacto, su olor, la manera en que se ajusta al cuerpo, cómo se siente sobre la piel... Tan excitante como práctico. ¿Acaso has tenido algún problema para limpiar manchas de un pantalón de cuero...?
Los piercings resultan llamativos y, según la zona donde estén o los ojos que miren, pueden ser excitantes.
Entra en juego muchas veces la imaginación, quizá no tanto con un piercing en la nariz como con uno en el ombligo, la lengua o el pezón. Los genitales tienen su público, pero no hace falta llevarse la aguja a la entrepierna para poder hacer que alguien se derrita, sea con el piercing notándose a través de la camiseta, o jugueteando con la lengua.
En mi adolescencia se puso de moda, y estoy segura de que hubo más de una, y más de mil personas, a punto de que les entablillaran la lengua de todo lo que la movían para lucirlo.
La lencería es un clásico, uno de los fetiches más comunes y conocidos. La forma en la que se ensalza el cuerpo de la persona que lo lleva, no sólo de manera externa, sino cómo puede variar su percepción de sí misma; pocas cosas tienen ese efecto, sobre todo cuando en muchas ocasiones son pocos los ojos reservados al espectáculo.
Con estas prendas nos acercamos a lo prohibido, aunque quizás ahora ver un sujetador o una braga con transparencias no sea tan estimulante y llamativo como hace 15 años (¡ay, qué mayor soy!); pero antes, el sólo hecho de que se asomara el tirante por la camiseta o se transparentara bajo la camisa era para hacer saltar las alarmas del erotismo. Y, afortunadamente, aún hay personas enamoradas de ello.
Los tatuajes, como los piercings, pueden servir para llamar la atención sobre una parte concreta del cuerpo. Por supuesto, su finalidad principal no es servir de faro para los flirteos, pero pueden convertirse en iniciadores de conversaciones.
Más allá de ese punto social, hay quien siente atracción hacia la tinta en la piel. El misticismo de algunos tatuajes, su ubicación, la fantasía de recorrerlos con los dedos o la lengua, sin necesidad de que se encuentren en zonas genéricamente eróticas.
El fetiche hacia los pies es uno de los más conocidos. De hecho, le dedicamos un artículo hablando sobre "Los pies y el placer, una relación explosiva".
Ya sea viéndolos, acariciándolos o incluso lamiéndolos. De manera más frecuente se aprecia una atracción hacia pies cuidados y bonitos, pero también hay quien adora unos pies faltos de pedicura, por los cuidados que desean aplicar por su propia satisfacción.
Muy relacionado con lo anterior están los zapatos. La altocalcifilia evoca no sólo la parte visual, sino que puede proveer de fantasías inspiradas en el poder o la elegancia. Frecuentemente se asocia con zapatos de tacón, excitándose con su visión o dejándolos puestos mientras se tienen relaciones sexuales; pero también existen personas que se estimulan con ellos, o contra ellos.
Que lo habitual sobre el fetiche de los zapatos derive hacia los de tacón, no quiere decir que otro tipo de calzado no pueda inspirar, de igual manera, fantasías y placeres.
El cabello tiene un papel importante en el juego de seducción. Nadie dice que una cabeza pelada no tenga su atractivo también (porque lo tiene, vaya si lo tiene), pero ese coqueteo con el pelo, acariciarlo e incluso dar pequeños tirones en un momento dado, es otro de los fetiches más comunes.
Se le llama tricofilia, y es extensible a todo el vello del cuerpo. Sentir atracción hacia la melena, el vello del pubis o la barba puede motivar muchas e interesantes fantasías.
Oh, los disfraces. Dejando de lado las versiones porno de cualquier profesión, este fetiche siente atracción por una apariencia que recuerde a un personaje o profesional. Medicina, albañilería, hostelería, princesas Disney... Cualquier disfraz es válido si quienes interactuáis estáis conformes.
Eso sí, cuidado con los carnavales y Halloween, no sea que se nos vaya de las manos la imaginación y confundamos una fiesta social con una orgía.
Los juegos de roles guardan cierto parecido con el fetiche de los disfraces, aunque diría que tienen un campo de acción más grande.
No sólo cuenta el disfraz, sino que es el personaje lo que motiva, lo que atrae, lo que le da la chispa al juego. Si con los disfraces nos valdría una bata para simular ser médico, en un juego de rol iríamos más allá y exploraríamos una fantasía llena de detalles.
Hasta que no lo pruebas no te das cuenta de lo poderoso que puede ser ese juego de personalidades. Y también del poder que puede tener que se te dé bien la actuación. Define tu personaje y defiéndelo, no es necesaria parafernalia elaborada, con redibujar tu personalidad puede valer para iniciarse en este fetiche. ¿El límite? El que tú y tu amante queráis ponerle, siempre sabiendo qué forma parte del juego, y qué es una realidad.
La importancia del consentimiento y la comunicación es fundamental en cualquier tipo de actividad sexual, incluidas las prácticas fetichistas.
El consentimiento implica obtener el acuerdo claro y voluntario de todas las partes involucradas, asegurándose de que todos estén de acuerdo y cómodos con las actividades que se van a llevar a cabo. Esto se aplica tanto a las parejas estables como a las parejas que se están conociendo o experimentando nuevas experiencias.
La comunicación abierta y honesta es clave para establecer los límites, las preferencias y las expectativas en las prácticas fetichistas. Antes de involucrarse en cualquier actividad fetichista, es importante tener una conversación abierta con la pareja para discutir los intereses, las fantasías y los límites de cada uno.
Esto puede incluir hablar sobre el uso de juguetes sexuales que puedes conseguir en cualquier sex shop, como un dildo o un vibrador realístico, la utilización de lubricantes intimos para mayor comodidad y disfrute, o la incorporación de elementos como la lencería o los arneses sexuales.
Además, la comunicación continua durante las prácticas fetichistas es esencial para garantizar que todos los involucrados estén cómodos y disfruten plenamente de la experiencia.
Cualquier señal de incomodidad o límite debe ser respetada y atendida de inmediato. El consentimiento y la comunicación mutua son los pilares de unas prácticas fetichistas seguras, placenteras y consensuadas.
No te pierdas el artículo de Curiosidades sobre fetiches, seguro que te parecerá interesante ampliar información.